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Actitud y virtud ascética que implica fortaleza e ideal evangélico, práctica constante de la reflexión serena y actitud de penitencia y conversión continua.
El dominio de si es la primera condición para el dominio de los otros. Padres, educadores, animadores cristianos y dirigentes de todo tipo deben comenzar por el "señorío" de sus instintos, de sus impulsos, de sus afectos, de sus ideas y de sus pasiones.
Supuesto el autodominio, se puede pensar en trazar normas de conducta que vayan desde los aspectos externos de la convivencia o del trabajo profesional hasta la disciplina interior de la mente y de los sentimientos para conseguir la conveniente perfección.
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